¿Puede haber reducción de costes sin pérdida de calidad?



Al hilo de las movilizaciones contra los intentos del Gobierno de reducir el gasto sanitario, una ex-ministra declara: “Bajar el presupuesto claro que baja la calidad de la sanidad”.

Declaración al menos curiosa ya que establece esta nueva ley de hierro de la relación directa entre nivel de gasto y calidad obtenida, que de forma inexorable y determinista establecería que no se puede reducir costes sin tener pérdida de calidad.

Más allá del sesgo ideológico de toda declaración política, se están olvidando de los conceptos de Eficacia, Eficiencia y Economía. ¿Está la sanidad pública estableciendo adecuadamente sus prioridades? ¿Los resultados que producen sus tratamientos guardan la debida relación con los recursos invertidos? ¿No hay el más mínimo resquicio para gastar menos en la compra de esos recursos? Recién cuando todos esos interrogantes se hayan trabajado en profundidad se podría ligar de forma un tanto directa el nivel de gasto y el nivel de calidad.

Lo mismo sucede en la empresa privada. Muchas veces los programas de reducción de costes se dejan llevar por fatalismos de este tipo, que esquivan el compromiso de un análisis concienzudo del gasto mediante la solución tipo “café para todos” del corte indiscriminado.

Un cierto nivel de gasto no implica automáticamente que la calidad, o los resultados, serán de un nivel predeterminado. Ni tampoco existe una única alternativa para obtener unos mismos resultados. Ni siquiera se puede decir que cuanta más calidad es mejor.

La gestión de costes, gestión en el sentido de tomar decisiones sobre la asignación de recursos conducentes al logro del negocio, es un campo especialmente indicado para aplicar estos conceptos de Eficacia, Eficiencia y Economía.

Así eficacia significa que no solo hay que verificar si se alcanzan unos determinados objetivos de calidad o de resultados, sino que previamente, al establecerlos, hay que evaluar si realmente deben ser esos los objetivos a la luz de las prioridades de los clientes y la situación del mercado.

El grado de eficiencia nos indica si la productividad de los recursos es adecuada, y es mediante programas de mejora de eficiencia con lo que se logra incrementar la productividad, ya sea aumentado los resultados con el mismo consumo de recursos o logrando similares resultados con menor consumo de recursos.

Y finalmente, el análisis de economía de las compras y contrataciones nos puede ayudar a conseguir recursos equivalentes a un menor coste.

La aplicación de estos conceptos genera oportunidades de mejoras operativas que permiten que se hagan reducciones de costes que no impliquen pérdida de calidad, rompiendo así esa pretendida ley de hierro. 


Siete áreas de actuación para mejorar los resultados


La crisis económica es tan intensa que para sobrevivir las empresas deben ajustar hasta la última “tuerca” de su modelo de negocio; no se puede desaprovechar ninguna oportunidad de mejoras que tengan impacto directo sobre los resultados.

Pero, ¿dónde están esas oportunidades? ¿Cuáles son los principales factores que inciden en la rentabilidad de la empresa? Para contestar estas preguntas conviene acudir a un clásico del management, Alfred Rappaport, que identificó los 7 principales factores que afectan a la creación de valor:
  1. Crecimiento de las ventas
  2. Margen de beneficio operativo
  3. Tasa efectiva de impuestos
  4. Inversiones en activo circulante
  5. Inversiones en inmovilizados
  6. Coste de capital
  7. Duración de la creación de valor
 
Puede sonar utópico pretender un crecimiento de las ventas en estos momentos en que los mercados se están hundiendo, pero eso es así solo cuando nos limitamos a hacer “más de lo mismo”, pretendiendo arrebatarle cuota de mercado a nuestros competidores de siempre. Estos son tiempos que exigen el lanzamiento de nuevos productos y la entrada en nuevos mercados, especialmente mediante la expansión internacional.

Para mejorar el margen operativo se puede trabajar sobre los precios y sobre los costes. Ahora es difícil hacer algo por el lado de los precios, pero seguramente existen oportunidades para la reducción de costes y para deshacernos de productos o clientes con rentabilidad negativa.

El Impuesto de Sociedades que efectivamente se pague puede llegar a ser considerablemente inferior a la tasa nominal. Para eso hay que disponer de un buen asesor fiscal que planifique adecuadamente la fiscalidad para aprovechar las oportunidades que brinda la regulación de reducir la tasa efectiva.

La inversión en activos circulantes puede reducirse mediante programas de optimización que mejoren su gestión, especialmente en lo relativo a cuentas a cobrar e inventarios.

La liquidación de activos fijos improductivos, la externalización de procesos, el alquiler, son decisiones que permiten que para un mismo nivel de actividad se utilicen menos inmovilizados.

Respecto al coste de capital, en momentos en que es muy difícil conseguir financiación se paga el precio de intereses muy altos, por eso lo mejor es tratar de reducir su necesidad mejorando la gestión de los activos circulantes y fijos.

La “duración” se refiere al período de tiempo durante el cual las inversiones en la empresa logran una rentabilidad mayor que el coste de capital. Una cultura de cuidadosa asignación de recursos y de continuo seguimiento de la rentabilidad obtenida ayudan a prolongar este período. 

Las circunstancias específicas de cada negocio harán que algunos de estos 7 factores tengan mayor prioridad que los otros, pero trabajar sobre todos ellos es lo que nos asegura que no estamos desaprovechando ninguna oportunidad de mejora de resultados.