¿Quiénes ganan y quiénes pierden en las adquisiciones de empresas?


La idea de que, en circunstancias normales, en la compraventa de una empresa pueda haber vencedores y vencidos no se considera compatible con esa normalidad, y por eso se trata de llegar a un consenso en la valoración de la empresa para establecer de acuerdo a la misma el precio de la transacción.

Lo paradójico es que si ambas partes coincidieran realmente en la valoración entonces la operación no se realizaría. Porque ¿quién va a hacer una transacción en la que lo único que logra es cambiar “un duro por cinco pesetas”?  Tiene que haber un margen entre precio y valor para que el que vende se decida a vender y el que compra se decida a comprar. Y si para que se cierre la operación ambas partes tienen que coincidir en un cierto precio, eso quiere decir que el valor percibido por el comprador tiene que ser mayor que la valoración hecha por el vendedor.

¿Por qué el comprador puede hacer una mayor valoración? Tiene que estar viendo en la empresa  la potencialidad de incrementar su crecimiento y/o rentabilidad a niveles superiores de los que el vendedor estima que se pueden obtener. O tiene que identificar activos “dormidos” a los que el vendedor no pone en valor ni siquiera al hacer los números.

¿Por qué el vendedor puede hacer una menor valoración? Pensemos que la inercia, el continuismo en la gestión, le pueden hacer proyectar sin mayores cambios los resultados históricos. O puede tener un “apetito de liquidez” mayor que el recogido en las tasas de interés de mercado, por lo que aunque las expectativas de futuro sean similares ese apetito le lleva a darles un menor valor actual.

Algún estudio sobre los resultados de una serie de operaciones de compraventa de empresas analizadas en retrospectiva ha identificado que en general los compradores se sienten como que han sido los perdedores de esas transacciones. En algunos casos esa sensación se deberá a sorpresas indeseables que podrían haberse evitado con unos adecuados procesos de due diligence, pero seguramente  en la mayoría de los casos se deba a no haberse cumplido las expectativas de beneficios. Previsiones que, para que se haya acordado un precio que satisfacía a ambas partes, tienen que haber sido mejores que las esperadas por el vendedor, y que luego no han llegado a materializarse.

El que participa libremente de una operación de compraventa de una empresa tiene que estar convencido de que son situaciones “win-win”, en la que ambas partes tienen que sentir que están ganando al existir un margen entre el precio pactado y los valores percibidos, porque en caso contrario la transacción no tiene lógica. Y el comprador tiene que ser consciente de que afronta el  desafío de lograr efectivamente (en la realidad, no en el Excel de valoración) una rentabilidad mayor que la que podría conseguir de esa misma empresa el vendedor.

 

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