Ante el encogimiento del mercado nacional se ve a las exportaciones como la única fuente posible de crecimiento, o al menos de mantenimiento, del nivel de actividad. Para muchos es empezar a competir en nuevos terrenos de juego, por eso es oportuno preguntarse ¿cuán competitivos somos a nivel internacional?
Si analizamos el estudio “The Global Competitiveness Report” (del World Economic Forum) se nos genera una cierta alarma. Por su PBI per capita España pertenece al grupo de 35 países de mayor desarrollo (stage 3, innovation-driven), pero en el ranking de competitividad somos los 36º, o sea el “farolillo rojo” del grupo, candidatos al descenso si esto fuese una Liga.
La mayoría de los criterios por los cuales se determina la competitividad a nivel país son factores estructurales de la economía, por lo que se nos ocurren otras preguntas: ¿puede realmente una empresa ser competitiva si está localizada en un país poco competitivo? ¿Cuáles palancas tiene a su alcance para mejorar su posición?
En estos momentos el primer problema a remontar es el del acceso a la financiación. Los bancos están en mala situación o temerosos de prestar dinero, la cuestión es que el crédito se ha evaporado. Entonces por un lado habrá que tratar de reducir las necesidades, buscando esquemas de financiación de las exportaciones que minimicen el uso de fondos. Y por otro lado buscar nuevas fuentes, orientadas a apoyar la salida al exterior, como ser líneas de ese tipo, sociedades como Cofides, e incluso empresas de Capital Riesgo dispuestas a apoyar empresas consolidadas con planes de expansión internacional.
Luego tenemos que asegurar que nuestro modelo de negocio es el adecuado para el grupo de países con los que competimos. Cuidar la productividad. Ofrecer productos y servicios de alto valor añadido, innovadores y diferenciados, basados en tecnologías actualizadas. Integrarnos en un cluster. Participar en distintas actividades de la cadena de valor, y si no podemos hacerlo solos entonces desarrollar joint-ventures con empresas que nos complementen. Con un suficiente grado de control sobre la distribución internacional. Orientados al cliente y aplicando técnicas avanzadas de marketing. Si somos una pyme, aprovechando la flexibilidad que debería darnos esa condición.
Si nuestro sector se presta para la innovación tecnológica, no renunciar a la misma aunque nos parezca que nos queda grande. Invertir en I+D. Aprovechar la disponibilidad en España de conocimiento, buscando acuerdos con universidades u organismos de investigación. Preocuparnos por fomentar la innovación en nuestra empresa, y por saber gestionarla.
Las empresas disponen también de un cierto margen para revertir la ineficiencia del mercado laboral español, circunstancia que transforma en clave a la gestión de los recursos humanos. Desarrollar formas de cooperación con los empleados, relacionar salarios y productividad, ser excelentes en atraer y retener el talento, invertir en la formación del personal (no limitarnos a lo que nos bonifica la Fundación Tripartita).
Especialmente, hay que ser conscientes de que es la explotación de las oportunidades lo que produce resultados. La solución de problemas y debilidades puede eliminar restricciones pero por si misma no genera negocio. Y esto en el ámbito del comercio exterior pasa por ir a los mercados con mayores expectativas de crecimiento. No hay que quedarse en la “zona de confort” de la Unión Europea. Las mayores oportunidades estarán en las economías emergentes y en crecimiento (los llamados países EAGLEs: China, India, Brasil, Rusia, Corea, Indonesia, México, Turquía, Egipto y Taiwan).
Si analizamos el estudio “The Global Competitiveness Report” (del World Economic Forum) se nos genera una cierta alarma. Por su PBI per capita España pertenece al grupo de 35 países de mayor desarrollo (stage 3, innovation-driven), pero en el ranking de competitividad somos los 36º, o sea el “farolillo rojo” del grupo, candidatos al descenso si esto fuese una Liga.
La mayoría de los criterios por los cuales se determina la competitividad a nivel país son factores estructurales de la economía, por lo que se nos ocurren otras preguntas: ¿puede realmente una empresa ser competitiva si está localizada en un país poco competitivo? ¿Cuáles palancas tiene a su alcance para mejorar su posición?
En estos momentos el primer problema a remontar es el del acceso a la financiación. Los bancos están en mala situación o temerosos de prestar dinero, la cuestión es que el crédito se ha evaporado. Entonces por un lado habrá que tratar de reducir las necesidades, buscando esquemas de financiación de las exportaciones que minimicen el uso de fondos. Y por otro lado buscar nuevas fuentes, orientadas a apoyar la salida al exterior, como ser líneas de ese tipo, sociedades como Cofides, e incluso empresas de Capital Riesgo dispuestas a apoyar empresas consolidadas con planes de expansión internacional.
Luego tenemos que asegurar que nuestro modelo de negocio es el adecuado para el grupo de países con los que competimos. Cuidar la productividad. Ofrecer productos y servicios de alto valor añadido, innovadores y diferenciados, basados en tecnologías actualizadas. Integrarnos en un cluster. Participar en distintas actividades de la cadena de valor, y si no podemos hacerlo solos entonces desarrollar joint-ventures con empresas que nos complementen. Con un suficiente grado de control sobre la distribución internacional. Orientados al cliente y aplicando técnicas avanzadas de marketing. Si somos una pyme, aprovechando la flexibilidad que debería darnos esa condición.
Si nuestro sector se presta para la innovación tecnológica, no renunciar a la misma aunque nos parezca que nos queda grande. Invertir en I+D. Aprovechar la disponibilidad en España de conocimiento, buscando acuerdos con universidades u organismos de investigación. Preocuparnos por fomentar la innovación en nuestra empresa, y por saber gestionarla.
Las empresas disponen también de un cierto margen para revertir la ineficiencia del mercado laboral español, circunstancia que transforma en clave a la gestión de los recursos humanos. Desarrollar formas de cooperación con los empleados, relacionar salarios y productividad, ser excelentes en atraer y retener el talento, invertir en la formación del personal (no limitarnos a lo que nos bonifica la Fundación Tripartita).
Especialmente, hay que ser conscientes de que es la explotación de las oportunidades lo que produce resultados. La solución de problemas y debilidades puede eliminar restricciones pero por si misma no genera negocio. Y esto en el ámbito del comercio exterior pasa por ir a los mercados con mayores expectativas de crecimiento. No hay que quedarse en la “zona de confort” de la Unión Europea. Las mayores oportunidades estarán en las economías emergentes y en crecimiento (los llamados países EAGLEs: China, India, Brasil, Rusia, Corea, Indonesia, México, Turquía, Egipto y Taiwan).
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