La Audiencia Nacional avala investigar al ex-presidente de Caja Madrid por “planificar” la emisión de participaciones preferentes para capitalizarla. Así lo anunció la prensa, y tal como lo dijo parece que la planificación se ha convertido en delito.
Es de suponer que lo que se quiere investigar es en qué punto de la cadena de mando se decidió incluir entre los inversores objetivo a segmentos inadecuados para este tipo de riesgo (y además con una comercialización engañosa), porque el hecho de que una ampliación de capital se haga de forma planificada debería ser lo esperable y no lo punible.
Seguramente se trata de una expresión periodística poco feliz, pero viene a cuento para demostrar la “mala prensa” (nunca mejor dicho) que tiene la planificación, que muchas veces es juzgada como una práctica de gestión de épocas pasadas.
Es innegable que con la planificación se cometieron excesos. Así es como en muchas grandes empresas llegó a convertirse en un ejercicio burocrático, en un fin en sí mismo, que encorsetaba antes que ayudaba. Y en las Pymes, muchas veces fracasó por no saber llegar a una sistemática que conciliara los objetivos del instrumento con las características de una pequeña empresa.
La evolución del entorno empresarial también influyó en el desprestigio de la planificación, con un ritmo de cambio continuo y grandes incertidumbres, que parecen volver inútil cualquier plan.
Pero esto no justifica estilos de dirección basados en la improvisación. Hay empresarios que gestionan con la filosofía de “estamos establecidos en este negocio y tratamos de hacerlo lo mejor posible según lo que nos vayamos encontrando en el camino”. Probablemente esta filosofía refleja un cierto tipo de personalidad, que lleva a no querer ocuparse de las necesidades futuras al mismo tiempo que de las necesidades presentes.
Tampoco justifica que se desvirtúe la tarea, tomando por planificación a la elaboración de presupuestos que surgen de proyectar datos pasados o del mero voluntarismo, sin estar apoyados en un adecuado proceso de planificación.
Hay que volver a los orígenes. Hace casi 100 años al describir Fayol la función de dirección identificaba las tareas de previsión y planificación, que se ocupan de escrutar el porvenir y confeccionar el programa de acción, disponiendo los medios para atender a contingencias previsibles. Y hace 60 años Drucker daba un paso más, y a la actitud del empresario que reacciona ante los acontecimientos oponía la acción creadora del que intenta darle forma al medio económico, planificando y ejecutando acciones que influyen en su curso; proponía una acción dirigida y consciente en base a objetivos, a los que hay que definir, fijarles metas y especificar qué hacer para alcanzarlos.
Lo clásico es compatible con la actualidad. Para eso hay que tener en cuenta el grado de incertidumbre al que se enfrenta cada empresa. Hay sectores maduros, con una regulación estable y baja incidencia de la tecnología, en los que es posible consensuar una visión clara y única de lo que puede ser el futuro. Al mismo tiempo otros sectores, con mercados nacientes y tecnologías disruptivas, presentan un rango muy amplio de posibles resultados. La cuestión está en aplicar métodos de planificación acordes a la incertidumbre, tanto en lo que hace a las herramientas de análisis que se utilizan como al tipo de planes que se generan.
Es muy característico de las economías actuales el que los gastos indirectos y discrecionales tengan una gran participación en las estructuras de costes. Su nivel no guarda relación directa con el volumen de actividad, y las decisiones respecto a los mismos se toman de antemano. En este sentido la planificación es la herramienta que ayuda a tomar esas decisiones.
Un sistema de planificación bien diseñado cumple muchas funciones, no solo la de previsión, sino que puede servir también para coordinar, comunicar, motivar, controlar y evaluar el rendimiento.
Consideremos por tanto que el “delito” puede estar en la improvisación y en aplicar un estilo de gestión reactivo, y tratemos de aprovechar lo que nos puede aportar la planificación.